domingo, 12 de agosto de 2012

Día en la playa.

 
   Siempre que voy a la playa me doy cuenta de lo bonita que es. Las olas, el viento, la gente, el sol e incluso la arena. El momento de pisar la arena, fresquita si estás en la sombra o bien, ardiendo si está al sol, es cálido. Comenzar a andar hasta llegar a plantarte y colocar las cosas en su sitio. Ahí ya todo está hecho.

   Me encanta poder pasear por la orilla de la playa, pasear y que te llegue ese olor a playa, salado. Me encanta. Aunque también odio cosas, como llegar tremendamente llena de arena, como decían mis padres cuando era pequeña ¿qué? Un poco más y te traes la playa entera. O estar pringada de la sal y la arena. Pero en realidad, forma parte de la playa, una cosa implica a la otra (A>B).

  Cuando voy con mi padre y mi hermano, como hoy, me doy cuenta de que sigo siendo en algunas cosas una enana. He jugado a las palas con mi hermano, al voley, al fútbol, he nadado muchísimo, hemos hecho hoyos y entre mi hermano y yo 'rompíamos' olas (vamos, nos tirábamos encima de ellas). Ha sido una tarde genial, de las que hacía tiempo que tocaba pero que parecía que no llegaba (en 'família', claro).

  Ahora que ya es de noche, analizo el día y.. la verdad es que no me importaría vivir días como este más a menudo. Aunque se lo diga poco, porque soy así de gilipollas... ¡Papá te quiero mucho!

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